Han pasado meses, lo sé. Mientras caían los días en el desorden de mis días, terminé el dichoso libro del que tanto anduve platicándoles. Se llamará "La emoción de las cosas". No será la novela sobre mis padres, ni la novela que busque resolver las incógnitas que dejaron mis padres. Será, es, ya, un libro más sencillo. Un libro que sólo traza derroteros, no llega a ninguna parte crucial. Pasa por las emociones, las recupera, las olvida. Lo entregué a la editorial la semana pasada y estoy contenta, pensando en que ya será tiempo de reanudar nuestra diaria conversación.
Punto: La semana pasada fui a Perú. A un encuentro que se llamó:¡Viva México! Como siempre, descubrí a México en América. Lima, "la horrible", está preciosa. Cuatro días de jolgorio incansable. Una de esas noches canté hasta las cuatro de la mañana y creo que de ahí arrancó mi actual silencio forzado. Antier, me quedé muda. De repente traté de sacar una palabra y se quedó hundida en el pozo de la garganta. Y desde entonces. Pensé que sería cansancio y que se enmendaría durmiendo, pero hace ya tres noches que duermo bien y sigo muda. Con decirles que hoy comieron en mi casa Ricardo Lagos y su inteligentísima mujer, junto con José Miguel Insulza. Fue una fiesta oírlos, pero tuve que limitarme a decírselos por escrito. No puedo hablar. Resulta un poco desesperante. Hay que trabajar en la paciencia y no es que apenas lo esté descubriendo, me cuesta mucho. Yo, que todo el día hago ruido, ando regida por el silencio. Se siente raro. Y pasan cosas simpáticas. Los demás, cuando ven que no puedo hablar, actúan como si tampoco las oyera, y quieren escribirme una respuesta en la misma libreta de mis preguntas.
Punto y aparte: Figúrense que hace cuatro días, mi hermana tuvo una racha de buena fortuna. Chocó. Se rompió la rótula, su coche, y el de los chocados, se perdió por completo. Yo salí a verla en Puebla tan pronto me lo dijo su hijo, y cuando la encontré lo primero que hizo fue darme el recuento de su buena suerte. Justo el accidente fue a unas calles del hospital en el que trabaja un doctor especialista en rótula que es la joven eminencia de la ciudad. Y justo ella tiene un seguro médico que no tenía hace años y justo acababa de renovar el seguro del auto que nunca renueva. Así que todas estas cosas le dieron a su accidente un aire festivo. Así me la encontré. Porque así es. Antier salió del quirófano casi cantando. Y, por fin, ahora, la realidad decidió tomar cartas en el asunto y entregarle un dolor como un martillazo tras otro. No se puede ser tan fuerte sin encontrarse, de pronto, con una contrariedad.
Punto final: No sé por sus rumbos, pero aquí llueve como si fuera a venir Noé con su arca a levantar una muestra de cada cosa mientras se pierden las demás.
Duda: Me pregunto si alguno de ustedes seguirá visitando este puerto, y dejo aquí este mensaje con la certeza de que habrá de amanecer entre nosotros.