lunes, 30 de julio de 2012

La miel en las anginas

El juego de venir a este Puerto… Con qué alegría es que estoy aquí. Muda. Porque sí: el habla no la he recuperado. Y eso que ahora vino mi acupunturista estrella, “la China”, una mujer valiente que trata su profesión como una fiesta y que salió corriendo a mi casa en cuanto le pedí ayuda. Más complicado aún, le pidió ayuda Héctor, mi cónyuge, porque yo no podía llamarla. No hacen buena pareja para conversar, la china, Aurora y Héctor. Digamos que no hablan el mismo idioma. A Héctor no se le da esto de los masajes y a ella eso le parece muy raro. Así que a pesar de los dos, yo estoy con la razón y la soba. Les creo a las dos. Por eso es que además de las inyecciones y las pastillas, le pedí a ella, y a sus dedos, que se acercaran. Aurora tiene setenta y cinco años, y unas fuerzas como de treinta y cinco con las que me hizo todo tipo de presiones en los dedos de los pies y luego en las piernas, las manos, los brazos, la espalda, la garganta, la cabeza y la espalda. Ya veré si mañana digo dos palabras, pero ahora creo que si lo intento, me salen. No lo hago para no contradecir las indicaciones médicas, pero siento que me resucitaron las anginas.
Punto y aparte: Gracias por volver a la tertulia. Hace falta saber que hay frío en Uruguay, que hace calor en Madrid  y que aquí están ustedes, más cercanos que el juego olímpico.  
Recomiendo: Creo que eso de la miel con limón, si no alivia, entretiene.

domingo, 29 de julio de 2012

¡Qué emoción!

Han pasado meses, lo sé. Mientras caían los días en el desorden de mis días, terminé el dichoso libro del que tanto anduve platicándoles. Se llamará "La emoción de las cosas". No será la novela sobre mis padres, ni la novela que busque resolver las incógnitas que dejaron mis padres. Será, es, ya, un libro más sencillo. Un libro que sólo traza derroteros, no llega a ninguna parte crucial. Pasa por las emociones, las recupera, las olvida. Lo entregué a la editorial la semana pasada y estoy contenta, pensando en que ya será tiempo de reanudar nuestra diaria conversación.

Punto: La semana pasada fui a Perú. A un encuentro que se llamó:¡Viva México! Como siempre, descubrí a México en América. Lima, "la horrible", está preciosa. Cuatro días de jolgorio incansable. Una de esas noches canté hasta las cuatro de la mañana y creo que de ahí arrancó mi actual silencio forzado. Antier, me quedé muda. De repente traté de sacar una palabra y se quedó hundida en el pozo de la garganta. Y desde entonces. Pensé que sería cansancio y que se enmendaría durmiendo, pero hace ya tres noches que duermo bien y sigo muda. Con decirles que hoy comieron en mi casa Ricardo Lagos y su inteligentísima mujer, junto con José Miguel Insulza. Fue una fiesta oírlos, pero tuve que limitarme a decírselos por escrito. No puedo hablar. Resulta un poco desesperante. Hay que trabajar en la paciencia y no es que apenas lo esté descubriendo, me cuesta mucho. Yo, que todo el día hago ruido, ando regida por el silencio. Se siente raro. Y pasan cosas simpáticas. Los demás, cuando ven que no puedo hablar, actúan como si tampoco las oyera, y quieren escribirme una respuesta en la misma libreta de mis preguntas.

Punto y aparte: Figúrense que hace cuatro días, mi hermana tuvo una racha de buena fortuna. Chocó. Se rompió la rótula, su coche, y el de los chocados, se perdió por completo. Yo salí a verla en Puebla tan pronto me lo dijo su hijo, y cuando la encontré lo primero que hizo fue darme el recuento de su buena suerte. Justo el accidente fue a unas calles del hospital en el que trabaja un doctor especialista en rótula que es la joven eminencia de la ciudad. Y justo ella tiene un seguro médico que no tenía hace años y justo acababa de renovar el seguro del auto que nunca renueva. Así que todas estas cosas le dieron a su accidente un aire festivo. Así me la encontré. Porque así es. Antier salió del quirófano casi cantando. Y, por fin, ahora, la realidad decidió tomar cartas en el asunto y entregarle un dolor como un martillazo tras otro. No se puede ser tan fuerte sin encontrarse, de pronto, con una contrariedad.

Punto final: No sé por sus rumbos, pero aquí llueve como si fuera a venir Noé con su arca a levantar una muestra de cada cosa mientras se pierden las demás.

Duda: Me pregunto si alguno de ustedes seguirá visitando este puerto, y dejo aquí este mensaje con la certeza de que habrá de amanecer entre nosotros.