viernes, 28 de diciembre de 2012

Pasándolo con alegría

Puerto libreros de mi corazón:
He pasado una navidad muy contenta y  me dispongo, como ustedes, cerca de ustedes, a emprender el año nuevo en pos de la serenidad y la suma de alegrías.
Los quiero mucho.
Ángeles



martes, 6 de noviembre de 2012

Pan de vivos

Queridos: Ya salió "La emoción de las cosas". Ya sé que muchos de ustedes lo saben porque el cariño es contagioso, pero se los digo formalmente para que nadie diga que no puse mi vástago a sus órdenes.

También les dejo aquí mi texto de noviembre en Nexos. Ojalá y puedan dejar un comentario, Manu no pudo, pero quién quita:

     Parece que la estoy viendo. Detenida en la cumbre del Teide, un volcán de piedra verde y rojiza, suspendido entre las nubes, desde el que se presiente, abajo, la orilla del mar en la isla de Santa Cruz de Tenerife. Pilar Navarro nos llevó ahí por un camino alrevesado que en cada curva tiene un matorral de flores amarillas, mientras conversábamos como siempre bajo la luz de su inteligencia: lo mismo de música, que de política, de pérdidas, que de futuro, de los hijos que del jamás y, con toda la contundencia de cada hora, _sobre todas las cosas_: del presente. Porque ha sido su milagrosa concentración en cada segundo lo que ha puesto a Piluca, mujer de ojos intensos y cabeza iluminada, a sobrevivir tras la pérdida más grande que pueda cargar alguien.
     Cada cual resuelve sus abismos como va pudiendo, y ella se dejó acompañar por los demás, pero sin una queja.  Siguió adelante como si el legado de su hijo fuera el de Sabines: Si sobrevives, si persistes, canta, sueña, emborráchate. Es el tiempo del frío: ama, apresúrate. El viento de las horas barre las calles, los caminos. Los árboles esperan: tú no esperes, éste es el tiempo de vivir, el único.
     Testimonio del fuego, Pilar Navarro acepta con sencillez la condición extraordinaria de su vida. Decir que es admirable, resulta un decir fácil, pero no doy con mejor modo de nombrar la reverencia que provoca. Verán ustedes, es de una calidez poco frecuente. Abraza, como para siempre, cada tarde que uno la encuentra. Nunca está lejos, aunque viva en Madrid. Hace más de quince años que la voy a buscar antes que a nadie. Y siempre que llego aparece al instante. Siempre, algo nuevo me enseña. Desde cómo encontrar el jabugo más fino, hasta la paz que puede haber bajo el techo de su casa, pasando por la naturalidad con que se quita un collar y me lo regala porque sí, porque le digo que es bonito. Pilar es de tal modo generosa que puso a sus amigos en mis manos y me los ha prestado para siempre. Por eso he podido llamarlos ahora que estuvo por cuarta vez, litigando para cruzar un río.
     Cuando viene a México no juega a ser turista, llega a vivir el día que toca, en la casa que la cobije. Incluso si la turista quiero ser yo que acabo llevándola a ver la exposición sobre el emperador Moctezuma, para que ambas salgamos sorprendidas como venados en mitad de la noche, a tomarnos fotos junto a la  Coyolxauhqui, piedra que tuvo cien hijos, adorada y temida hace no tanto tiempo, como parece. Quizá unas veinte generaciones de nacidos en este suelo. ¿Qué tanto será eso, comparado con los doce millones de años que guarda bajo su cresta la Iztaccihuátl?
     Pilar suele venir cerca de los cumpleaños, para acompañarlos con la lumbre de su voz ronca. Casi siempre se queda en casa de los García Barcha, porque así aprovecha para conversar largo con Mercedes y ver a su a marido andar la casa con sus pies cavilantes y pequeños, con su cabeza excepcional diciendo cosas al aire, como quien las escribe. “Pan de muertos. ¿Por qué le llaman pan de muertos? Hagan pan de vivos”, nos dijo el noviembre pasado.
     Hace dos años, Piluca vino al cumpleaños de nuestra amiga que este noviembre cumple, dice ella, la mayoría de edad. Mercedes, otra mujer cuya contundencia valiente es necesaria como el agua de todas las mañanas. Mercedes moviendo el mundo como si fuera un sencillo globo terráqueo, sabiéndolo todo de todos, atando los hilos del teléfono a cada uno de los lugares en donde tiene amores. Mercedes, otra que desconoce las quejas frente a los sin remedio, que cuenta el infortunio con el pasmo bendito de una diosa susceptible, pero impávida. Como la audacia misma, que tiene en todo el cuerpo. Mercedes, a quien cualquiera acude si de lidiar lo incomprensible se trata.
     Dos fuerzas de la naturaleza, son amigas entre sí, y son mis amigas. Mayor responsabilidad sólo cargar a solas la otra piedra que también es diosa, ésa que tiene serpientes en lugar de trenzas: la indescifrable Cuatlicue puesta en el centro del Museo de Antropología, para que nos quede claro lo difícil que es entender este país. Éste en el que Mercedes acunó a su genio y creció a sus hijos. En el que ha vivido media vida, al que entiende y valora como suyo.
     Ser fiel a estas mujeres es uno de esos privilegios que se pueden reconocer desde el principio. Cosa nada más de acogerse al abrigo de sus palabras y su índole bravía. Cosa de agradecer al designio de quién sabe qué astros, porque no se nos dan los dioses ni los diablos. Cosa de sentir que todo esto es un regalo de esos que otorgan los enigmas de otro sabio: el vago azar o las precisas leyes, que rigen este mundo, los llamó Borges.
     Para que Pilar viniera este año, es que la andábamos buscando sin poder encontrarla. Ahora sabemos que se le atravesó un contratiempo. De esos que ella acostumbra sortear como si fueran las olas tibias de una playa en el Pacífico, entre las que pasamos una mañana entera contándonos la infancia. Ahí supe de sus hermanas y sus papás, de Tenerife y el colegio, de las cosas que dejó y la dejaron. Ahí le expliqué la trama entre mis padres y las nubes en que vivían. Ahí supe de los esquís y el árbol, del arbitrio feroz que hubo en la nieve. De su pena y sus fuerzas.
     En las tardes nos poníamos a flotar en la terraza por la que atravesaban unos pelícanos ensimismados, a la altura de nuestras narices. Y estábamos en silencio ratos largos, como volando, con nuestros picos largos y cerrados, con los ojos abiertos en busca de unos peces brillantes, como la memoria. Estábamos en la casa de Leonor Ortiz. Lo digo, la pienso, y estoy segura de que vivo entre leonas muy bravas. Pero ella es otro canto que les contaré luego. Una como mi hermana que el mes pasado cursó por un choque y cinco cirugías, como si fuera en góndola por Venecia. 
     Digo bien, vivo entre leonas. Por eso, a pesar de cuánto me dizque urgía dar una explicación gramatical que justifique mi enfado cada vez que alguien, _siempre con más frecuencia en la radio y la tele_, usa mal la condición auxiliar del verbo haber, tuve a mejor irme al camino angosto y arduo que sube hasta la cumbre de un volcán sobre cuyo cráter se puede andar entre piedras talladas por el tiempo, piedras tramadas con metales preciosos. Piedras como la índole de Pilar Navarro. Piedras indemnes como Mercedes, Leonor y Verónica. Piedras que iluminan. Digo bien: vivo entre leonas. Entre leonas haciendo pan de vivos.



P.S. No me puedo aguantar el asunto del verbo haber. Ayer la voz de Pilar salió por el hilo celeste de un teléfono móvil. Otra vez cruzó el río, subió la cuesta, y desde ahí respondió a mi llamada. Ya se había ido a la compra, había vuelto feliz del mercado en donde hubo panes y fruta, pescado y jamón, queso y azúcar. Hubo, no digo “hubieron”, porque se oye espantoso y porque se vale explicar que el verbo haber, cuando tiene como significado existir, es un verbo defectivo. Sólo puede conjugarse en la tercera persona del singular o del plural. No es necesario saber este enredijo para decir con  naturalidad; “no hubo boletos”, en lugar de “no hubieron boletos”, como consecuencia lógica de que se dice: “no hay boletos” en vez de “no han boletos”.
Es caprichosa la gramática, pero se oye mejor. También se oye mejor: “Muchos estamos a favor de la paz”. En vez de: “Habemos muchos a favor de la paz”. Pero la razón de esta música se las puede explicar, a quienes les interese, el diccionario de la RAE. No esta escritora, que quiere abreviarse la explicación de por qué no se usa haber, sino estar, en ciertas ocasiones.  

Mil besos, A.

martes, 9 de octubre de 2012

Cumpleaños feliz

Amigos míos:
ahora cumplo sesenta y tres años. Estoy contenta. Como en paz. Abrazada al privilegio de estar viva y sana, inquieta y fantasiosa.
Les cuento que ayer llegó a mi casa un ejemplar de "La emoción de las cosas". Creo que les gustará. Está dedicado a mis hermanos. Y bajo la dedicatoria hay un párrafo que dice: "Con rendido agradecimiento a mis blogueros, dueños de cuanto viaje y cuanta pena, sin duda de cuanta dicha, cabe en un puerto libre". Para que ustedes sepan cuánto los quiero y les agradezco su cariño.
Mil besos,
Ángeles.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Una entrevista excepcional

Una de las más gratas, inteligentes y cercanas entrevistas que me han hecho es ésta que aquí les dejo. Sin duda, en los últimos años, la única que me ha estremecido. Es regio conversar así con alguien. Ustedes han de saber que Eric Nepomuceno es un escritor brasileño que además traduce con un acierto de poeta. Eric tradujo Arráncame la vida y ha sabido traducir lo que siento. Así lo verán ustedes en sus preguntas. Aquí se las dejo.


http://www.youtube.com/watch?v=tLLpsSH2Il0&feature=youtube_gdata_player

jueves, 6 de septiembre de 2012

Importante

Queridos: Si ustedes lo autorizan, dado que este libro está escrito con rendido agradecimiento a sus personas, ésta será la portada del libro. A ver si les gusta.
Ojalá y puedan comentar algo aquí abajo.
Besos y gracias.

martes, 4 de septiembre de 2012

La noche de anoche

Qué horrible es dormir mal. A mí se me había olvidado lo que es porque, algo bueno tiene que tener lo malo, la medicina noctura contra la epilepsia me da sueño. Así que normalmente duermo, no como un bebé, que algunos suelen dormir bastante mal, sino con la placidez que mi perro tiene cuando se avienta al sol en las mañanas y duerme sin pensar en el quehacer tras el despertar.
Música para hoy: Justo: "La noche de anoche" con Toña la Negra.

Ya les contaré más. Por lo pronto, los reto a dormir como mi perro. En donde sea: camarotes, cubierta, playa, recámara, habitación, cielo abierto o mundo raro.     

domingo, 2 de septiembre de 2012

No culpes a la noche

Figúrense ustedes que el mes pasado estuve una semana en Perú. Se celebró un encuentro intelectual entre los dos países. Varios intelectos, hasta el de la música, estuvo ahí Plácido Domingo. Pero también el culinario, estuvo ahí Patricia. Yo fui con mi distraída cabeza y la película. El evento se llampo "Viva México en Perú". Lo organiza una mujer vivaz, guapísima y llena de tenacidad de nombre Ingrid Yrabarren.

Una peruana que nos hizo el favor de también tener la nacionalidad mexicana. El año pasado habíamos vivido un "Viva Perú en México". Tantas cosas no les he contado que dejo aquí como constancia de aquel viaje, el enlace a una entrevista que hice en el programa "No culpes a la noche". Les recomiendo también a la conductora. Es de una vitalidad desafiante y contagiosa.


Primera parte: http://www.youtube.com/watch?v=DN1QmDxvaxY&feature=relmfu

Segunda parte: http://www.youtube.com/watch?v=3cM9euH8UwQ&feature=relmfu

Tercera parte: http://www.youtube.com/watch?v=xTAcjFxIHa8&feature=relmfu

Cuarta parte: http://www.youtube.com/watch?v=9NPpeo_x1_Q&feature=relmfu
 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Hagamos tertulia

Queridos:

Está la luna loca, asomándose entre unas nubes oscuras. En agosto llueve mucho por esto rumbos. Si no lo digo yo, que lo cuente Beatriz que estuvo a punto de ahogarse en Puebla hace tres días. Me pregunto qué estará haciendo mi hermana, y no respondo nada. Para no darle ideas, para ver si se queda quieta un rato porque, según quiero que ustedes sepan, tras la operación de la rótula, que le había puesto la pierna en su lugar, y mientras se recuperaba, fue tomando seguridad y un día que se quedó sola tras el baño, largo y con agua muy caliente, se desmayó. Hubo que correr al hospital con ella en vilo y volver a operarla. Pobrecita. ¿Qué les digo? Ella es eufórica y eso sí que ni se opera ni se cura. Hace una semana salió del hospital, por tercera vez. Y ya va mucho mejor.

Punto y seguido: Esto de los desmayos es una atrofia familiar. Cuando se casó mi hermano Carlos, mi mamá se desmayó y fue la primera en abrir la tradición. Luego vine en su auxilio yo, para que no sólo ella protagonizara esto de que el corazón no le mande sangre el cerebro, por un segundo, dado el exceso y desorden de algo llamado la adrenalina beta, que es malísima y que provoca estos disgustos. Leti seguramente lo explicará aquí abajo, porque no ha de faltar quien necesite esta información. Es eso combinado con la baja de potasio y no sé qué otro exceso de euforia que trae los desmayos. Mi mamá un día se rompió el hombro, otro la mandíbula y al final la cadera. Mi hermana se había caído sobre el pómulo hace como cuatro años, hubo que rehacerle media cara en una operación de éstas que según he sabido y hago del conocimiento general, pronto serán asunto de Leti. Porque entre las viajeras de la Silabaria ha habido muchos cambios. Con decirles que la estable soy yo. Por eso es que me he quedado en el faro, y ustedes en la goleta, viendo qué viaje emprenden.

Punto y aparte: Por lo pronto este puerto estaba necesitando aire y creo que podemos encontrarlo entre nosotros, de momento. No quiero salir después con mi decepcionante actitud fodonga y decir que no iré al El País ni a Nexos. Pretendo que aquí se haga una votación. No sé a dónde ir. Cómo dice la canción que dice ¿"entre dos amores"? Quizás Manu la recuerde. Yo recuerdo a Bola de Nieve cantando "conciencia y corazón" y al Cigala cantando ¿qué? También una en la que tiene dos amores. Hagamos tertulia, ahora que aún estamos en abierta y lúdica, casi secreta, confianza. 

Besos a todos.

domingo, 5 de agosto de 2012

Mundo raro

Escribió Ricardo Bada en su diario del día de hoy, cinco de agosto: "Murió Chavela Vargas. El mismo día que Marilyn Monroe, cincuenta años después. La recuerdo a Chavela de cuando nos conocimos en El Escorial, en los cursos de verano de la Complutense, y el día que llegó comimos juntos a la misma mesa, con Marcela, su guitarrista, que era amiga nuestra y nos la presentó. Y cómo nos encontramos una vez más a los pocos días en el jardín de la Residencia de Estudiantes, la foto que se hizo con Diny sentada en un banco delante de la entrada principal. Era una persona que me imponía un respeto enorme, creo que debió despedirse de nosotros con la impresión de que yo era mudo. Y no soy mudo, pero sé enmudecer en presencia de la grandeza. Sus dioses andan hoy de parranda, por fin la consiguieron convencer de que se fuese de aquí a ese mundo raro del que decía que llegó."
Quise poner esto aquí porque Ricardo dijo lo que yo hubiera querido decir. Así que tomo prestadas sus palabras. También mi mamá murió el cinco de agosto, pero hace cuatro años. Al poco tiempo de eso empecé a escribir el blog en El País, gracias al cual los encontré a ustedes en mi destino. Fueron el primer y gran regalo que me mandó.

Punto y aparte:lean el texto de Tatiparga en Boleros y Corotos.

Punto final: Como estamos en confianza firmo esto con un beso y se los mando de una vez, para no dejar vacío el día.

Parte médico: Mi hermana y su rodilla no van mucho mejor. Yo ya puedo hablar, poco e impreciso, pero algo es algo.  

miércoles, 1 de agosto de 2012

Olimpiada en silencio

Pues sigo muda. Ustedes creen que es chiste, pero no tengo voz. Si mi hermana estuviera en sus diez sentidos, ella siempre tiene el doble de todo, me diría que algo quiero decir y no me atrevo, que por eso ando sin voz, pero la verdad se equivocaría. Yo soy habladora. Menos para guardar secretos, si me dicen que lo son, para todo lo demás soy transparente. Me dicen que es cosa de tiempo. Y eso, no es que me sobre, porque el futuro ya se ve bastante recortado, pero estoy dispuesta a darlo. Tanto así que se los he ido entregando a los juegos olímpicos. La mezcla de ocio y reconcomio con que los he visto me ha puesto a desconfiar. ¿Qué tan buena es la idea de competir así? ¿Por qué el deporte se ha vuelto así de exigente? Ver a las niñas de la gimnasia olímpica, antes, era un placer, ahora es un tormento. Hay que estar, dirían las abuelitas, con el Jesús en la boca. ¡Cuidado que se rompe la cabeza! ¡Cuidado que trae un dedo roto! ¡Cuidado que los tobillos se le pueden zafar! Las pobres tienen vendajes por todas partes. Están como apaleadas. De remate se les han puesto los cuerpos muy parecidos. Parecen lombricitas. Más aún las que ganan, porque con eso de que entre más flacas, más elásticas, todas quieren verse como chinas. Yo creo que alguien tendría que decirlo en uno de los múltiples comités que de esto se hacen cargo. Una cosa es la disciplina y otra que un juego pierda su condición lúdica. Se ve poco gozo en los atletas. Todos están asustados. Perdiendo la vida en cada flecha, en cada salto, en cada gol. ¿Qué tal los pobres españoles? Perdieron contra Honduras y lo han lamentado más que la independencia de sus colonias en América. Si es juego. ¡Es juego! Tanto sermón en torno a que lo importante es competir, no ganar, y ni quien lo oiga. Hasta el público tiembla.
Me gustan los atletas naturales, los que se estremecen cuando ganan porque quizás se echaron a la alberca sin imaginarse oyendo su himno. Y los que no ganan, pero se van contentos. Ya estuvieron ahí, como la tiradora con arco que iba por cuenta de Australia y perdió frente a una bellísima criatura danesa que se parecía a Isaak Dinesen. Las dos se abrazaron muy contentas y quedaron conformes. Habían jugado.  En cambio la pobre sudcoreana que perdió en esgrima porque el reloj no marcó que ya había acabado el encuentro, lloró como hora y media.
Yo nunca he sido buena para competir. Ni creo que deba ser un valor tan grande el de ganarles a otros. Pero creo que estoy un poco sola en esta certeza.

Punto y seguido: Felicidades a Casandra. Besos a Beatriz que, ustedes no lo saben, porque ella es discreta, no como yo, pero sí que ha tenido problemas con la voz.

Punto y aparte: no hemos comentado la quinta temporada de Mad Men. Fue algo extraordinario.

Punto final: Escribió Sor Juana: “Y ya que a ti no llega mi voz ruda/ óyeme sordo/ pues me quejo muda”. ¡Qué bonito! ¿Verdad?

Alegría: mañana se las cuento. Pero es la responsable de que este envío haya salido tarde.

lunes, 30 de julio de 2012

La miel en las anginas

El juego de venir a este Puerto… Con qué alegría es que estoy aquí. Muda. Porque sí: el habla no la he recuperado. Y eso que ahora vino mi acupunturista estrella, “la China”, una mujer valiente que trata su profesión como una fiesta y que salió corriendo a mi casa en cuanto le pedí ayuda. Más complicado aún, le pidió ayuda Héctor, mi cónyuge, porque yo no podía llamarla. No hacen buena pareja para conversar, la china, Aurora y Héctor. Digamos que no hablan el mismo idioma. A Héctor no se le da esto de los masajes y a ella eso le parece muy raro. Así que a pesar de los dos, yo estoy con la razón y la soba. Les creo a las dos. Por eso es que además de las inyecciones y las pastillas, le pedí a ella, y a sus dedos, que se acercaran. Aurora tiene setenta y cinco años, y unas fuerzas como de treinta y cinco con las que me hizo todo tipo de presiones en los dedos de los pies y luego en las piernas, las manos, los brazos, la espalda, la garganta, la cabeza y la espalda. Ya veré si mañana digo dos palabras, pero ahora creo que si lo intento, me salen. No lo hago para no contradecir las indicaciones médicas, pero siento que me resucitaron las anginas.
Punto y aparte: Gracias por volver a la tertulia. Hace falta saber que hay frío en Uruguay, que hace calor en Madrid  y que aquí están ustedes, más cercanos que el juego olímpico.  
Recomiendo: Creo que eso de la miel con limón, si no alivia, entretiene.

domingo, 29 de julio de 2012

¡Qué emoción!

Han pasado meses, lo sé. Mientras caían los días en el desorden de mis días, terminé el dichoso libro del que tanto anduve platicándoles. Se llamará "La emoción de las cosas". No será la novela sobre mis padres, ni la novela que busque resolver las incógnitas que dejaron mis padres. Será, es, ya, un libro más sencillo. Un libro que sólo traza derroteros, no llega a ninguna parte crucial. Pasa por las emociones, las recupera, las olvida. Lo entregué a la editorial la semana pasada y estoy contenta, pensando en que ya será tiempo de reanudar nuestra diaria conversación.

Punto: La semana pasada fui a Perú. A un encuentro que se llamó:¡Viva México! Como siempre, descubrí a México en América. Lima, "la horrible", está preciosa. Cuatro días de jolgorio incansable. Una de esas noches canté hasta las cuatro de la mañana y creo que de ahí arrancó mi actual silencio forzado. Antier, me quedé muda. De repente traté de sacar una palabra y se quedó hundida en el pozo de la garganta. Y desde entonces. Pensé que sería cansancio y que se enmendaría durmiendo, pero hace ya tres noches que duermo bien y sigo muda. Con decirles que hoy comieron en mi casa Ricardo Lagos y su inteligentísima mujer, junto con José Miguel Insulza. Fue una fiesta oírlos, pero tuve que limitarme a decírselos por escrito. No puedo hablar. Resulta un poco desesperante. Hay que trabajar en la paciencia y no es que apenas lo esté descubriendo, me cuesta mucho. Yo, que todo el día hago ruido, ando regida por el silencio. Se siente raro. Y pasan cosas simpáticas. Los demás, cuando ven que no puedo hablar, actúan como si tampoco las oyera, y quieren escribirme una respuesta en la misma libreta de mis preguntas.

Punto y aparte: Figúrense que hace cuatro días, mi hermana tuvo una racha de buena fortuna. Chocó. Se rompió la rótula, su coche, y el de los chocados, se perdió por completo. Yo salí a verla en Puebla tan pronto me lo dijo su hijo, y cuando la encontré lo primero que hizo fue darme el recuento de su buena suerte. Justo el accidente fue a unas calles del hospital en el que trabaja un doctor especialista en rótula que es la joven eminencia de la ciudad. Y justo ella tiene un seguro médico que no tenía hace años y justo acababa de renovar el seguro del auto que nunca renueva. Así que todas estas cosas le dieron a su accidente un aire festivo. Así me la encontré. Porque así es. Antier salió del quirófano casi cantando. Y, por fin, ahora, la realidad decidió tomar cartas en el asunto y entregarle un dolor como un martillazo tras otro. No se puede ser tan fuerte sin encontrarse, de pronto, con una contrariedad.

Punto final: No sé por sus rumbos, pero aquí llueve como si fuera a venir Noé con su arca a levantar una muestra de cada cosa mientras se pierden las demás.

Duda: Me pregunto si alguno de ustedes seguirá visitando este puerto, y dejo aquí este mensaje con la certeza de que habrá de amanecer entre nosotros.

jueves, 10 de mayo de 2012

El volcán de Juana y Amado


Uno convive con los escritores muertos como si estuvieran vivos. Muchas veces, con más naturalidad que con los que andan cerca. 
 Vienen a nuestra casa desde el siglo diecinueve o desde el diecisiete y se instalan a conversar de todo. Quizás no de estos precisos tiempos, no de las elecciones y los candidatos, que seguro los aburren porque ya han visto mucho, pero sí de que el volcán Popocatépetl echaba fumarolas, como ahora, cuando nació Sor Juana, mientras que Amado Nervo nunca lo vio sino quieto. 

En el hermoso y encantado libro con que Nervo volvió a poner a Sor Juana en el ánimo y la cabeza de los desmemoriados mexicanos, dos siglos y medio después de su nacimiento, cita al padre Calleja, devoto de Sor Juana, su primer biógrafo, cuando describe que ella nació cerca de “dos montes que no obstante lo diverso de sus cualidades, en estar cubierto de sucesivas nieves el uno, y manar el otro perenne fuego, no se hacen mala compañía entre sí”.  Después, en un pie de página, Nervo comenta cuán raro le parece que, apenas hacía doscientos cincuenta años, el volcán estuviera en actividad constante.  No sabía él que un siglo después de su comentario, estaríamos nosotros viendo brotar fuego y cenizas, algunas veces de cerca, pero todas las noches en un aparato que tal vez él, curioso y deslumbrado por las rarezas del mundo, encontraría cosa del cielo: el televisor,  porque da “la ilusión de una proximidad emocionante”. Como la que él sintió una noche bajo el aire de Nepantla, la primera vez que ahí estuvo. ¡Aquí nació Sor Juana!, se decía “vagando entre los campos anegados de luna.”

Las cosas que podía escribir Nervo en elogio de un mundo que ya no sabemos nombrar así, porque está mejor fotografiado de lo que podemos contarlo. Hace apenas un siglo que escribió deslumbrado por Sor Juana y la puso en el siglo veinte antes que nadie. Y ahora aquí andan los dos, conversando sobre mi escritorio. Haciéndome el honor. 

A propósito del volcán, hablamos del fuego. Y leo a Juana Inés:
Que el Cielo todo en llamas encendido
De improviso a la tierra se ha venido
Y es tan crespo el volumen de centellas,
Que son rasgos el Sol, Luna y Estrellas!
Rasgo el sol, comparado con el volcán echando luces. Sin duda. De qué manera viene a cuento. Sor Juana siempre viene a cuento. Es cosa de llamarla. Y esto mismo cree Nervo cuando le dice:
“Todo yo soy un acto de fe
Todo yo soy un fuego de amor.”
Lo recitaba mi abuela que era memoriosa y aprendió de joven toda esta poesía que entonces era como aprender canciones. Yo aprendí a Nervo escuchándola.
“Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras”

Punto: Intento, con este principio, un texto para el Puerto Libre de Nexos, que se entrega casi un mes antes de verlo publicado. Como no supe a donde ir, porque se me acabó la cuerda,  vine a “vosotros”, y no digo a “ustedes” porque ando en el diecinueve de Nervo y el diecisiete de la Sor, así que hablo como ustedes, los que no viven en América.  Y en esto ando, perdón, en no dar señales, en no ser humo, en no mostrar aquí el incendio en que vivo. Y los extraño tanto. De verdad me propuse hace un mes venir más seguido, pero no le he hecho, lo que habla de mí tan mal como nunca hablarán ustedes. Bondadosos, como siempre, con esta su devota lejana. 

Quiero intentar un breve recuento de lo que ha sido de mí, pero no sé ni por dónde empezar. Lo primero es que nada más vine al blog la última vez y salí rumbo a Londres, en donde estuve contenta, pero nunca con un minuto. Por eso no recobraré esos días, porque no los escribí a tiempo y se han vuelto parte de esto que ahora quiero llamar “La emoción de las cosas”. Creo que así le pondré al libro. ¿Les gusta?

Al volver de Londres pasé aquí dos semanas de locos y para reponerme de tantísimo trajín me fui volando a ¡Cozumel! Y, saben ustedes que es mucho decir, estuve dichosa, más dichosa que nunca en ese lugar que sólo me da alegrías. Ahora fui con mi hermana, se podrán imaginar. Fuimos del agua a las palabras y de las palabras a la tarde con el sol guardándose y de ahí a la tibia luna y la alta madrugada. Sin detenernos más que para dormir y seguir en la dicha. En el dulce no hacer nada. 
Luego volvimos a Puebla. Y de eso les hablaré otro día, para que no digan que tardo en volver. Ahora iré de nuevo al texto que me trae entre cejas y que no sé cómo seguir. 

Punto y aparte: Si pueden vayan a Nexos y dejen un recado, porque hacen muy feliz a mi hijo Mateo cuando quedo hasta arriba en las preferencias. 

Los quiero mucho, aunque no siempre lo noten. Mil besos.
  

miércoles, 25 de abril de 2012

miércoles, 21 de marzo de 2012

Tiemblo cuando te beso

La primera versión de esta casa en la que vivo, se construyó hace un siglo. Yo encontré los escombros hace veinticinco años y la reconstruí sobre los mismos cimientos y las mismas paredes. Todavía, en la sala, dejé a la vista el tepetate de una pared original, para que la memoria de la casa hable todos los días. Este rumbo, llamado Tacubaya, era, en el 1912, un lugar para casas de campo. Tan vieja es que hasta un fantasma tiene. Cuando yo la encontré no tenía ni pisos, ni techos, porque habían sido de madera y se pudrieron con el abandono. Tardamos dos años en dejarla habitable la primera vez. Tres días antes del horrible terremoto de 1985, yo había visto la casa subiéndome a la verja. La vi tras el temblor y estaba idéntica. No se había movido una piedra. Así que, contra todo acto racional, la compré. Y a penar se ha dicho haciendo toda clase de trabajos para ir pagando cada ladrillo. Ahora que lo cuento me divierte porque no puedo creer que alguna vez tuve edad para tal derroche de energía. Es una historia larga que resumo en la sentencia: aquí en mi casa los temblores casi no se sienten. Vengo ahora a este puerto, como debería venir siempre, a contarles que no nos pasó nada. Los mexicanos, cosa rarísima porque últimamente todo nos cae, estamos a salvo, por fortuna y aunque parezca raro. Un temblor de más de siete, nos dejó impávidos. Suerte nuestra el que la madre naturaleza no haya querido ponerse más brava.   

Eran como las doce. La verdad no he tenido tiempo ni de preguntar qué horas habían dado los relojes. Estaba escribiendo y noté que temblaba aquí arriba, porque como la casa siguió creciendo ahora mi estudio está en el tercer piso. En un hueco que le abrimos al aire, para quedar en vilo entre dos árboles. El perro se levantó a curiosear. Yo me quedé sintiendo. Soy muy irresponsable y prever no es lo mío. Así que no me imagino más de lo que está pasando. A pesar de que en el 85, tras el temblor, caminamos en medio del espanto, por el centro de la ciudad, durante horas. No pienso en la catástrofe. En mi familia nunca hubo miedo a los temblores. “¿Está temblando?” preguntaba uno de un cuarto al otro. “Sí, está temblando”, nos contestaba quien quiera que anduviera en el cuarto vecino. Y seguía la vida. A mis hijos les pasé la misma actitud y el pobre de Héctor ha tenido que acostumbrarse a tan raros hábitos.  No es valor, es intemperie. No se me ocurre ni moverme. Lo que sí supe desde el principio es que no era vértigo lo que sentía. Salí a la azotea y desde ahí llamé a Lupita para preguntarle cómo le había ido. “Aquí no tembló” dijo sin moverse de frente a la estufa. Así es el primer piso de mi casa. Sus enormes paredes están acostumbradas a los malos humores de este suelo.

Héctor llamó para preguntar cómo me había ido, pero simulando naturalidad. Luego me confesó que sí había tenido algo de susto, pero que en Nexos no se había caído nada y que según se leía no había pasado mayor cosa en ninguna parte. Al rato llamó Cati que por el twitter había sabido del asunto al mismo tiempo que yo. Y habló Mateo, habló Lola, habló Conchita. Y escribieron algunas de las más rápidas corresponsales de este Puerto. Por fortuna, la paz. Mi teléfono celular está cada vez más viejo, así que no sé si no ha sonado por   descompuesto o porque no se le dio la gana.
Y yo aquí ando, segura de que me hacía falta contarles lo que pasa cuando nada pasa.

Punto: El domingo estuve en un concierto en el que Eugenia Léon cantó el “Como yo te amé” de un modo tal que me puse a llorar en la segunda fila del teatro, como no lloro ya, yo que no lloro. Como lloraba en otro tiempo a la menor provocación. Y me acordé en dos minutos de las muchas cosas que en estos tiempos hubieran merecido un llanto. El corazón de Paco, los hermanos de nuestros amigas, mi ausencia de este Puerto movida por no sé qué razón de fuerza mayor que no ha movido nada. Porque ni una fábula ha salido de esta máquina desde la que ahora les escribo.

Punto y aparte: Aun no sé cómo escribir en este blog. Se lo he preguntado a Leti varias veces y he tratado de seguir los pasos que me indica, pero no me da el talento. Así que otra vez vuelvo a pedirle que ella se haga cargo de mandar este envío.

Punto final: prometo que he de venir con más frecuencia. Pero si quieren compartirlo, vamos a pensar cómo. Por lo pronto, va mi certeza de que esta amistad es un puerto libre.   

jueves, 8 de marzo de 2012

Una tristeza y un premio

Queridos: Si es verdad que somos lo que dejamos en los otros, la pena de Casiopea tendrá compañía en la memoria de las estrellas que otra dejó en su vida. Yo, desde aquí, le mando un abrazo muy largo.

He andado corriendo, pero ya no sé vivir de otro modo. El domingo presenté a la periodista Cristina Pacheco, sí, la esposa de José Emilio, que ganó el premio Rosario Castellanos. La primera vez en que se otorga este premio. Yo no conozco a nadie más trabajador que Cristina. Ya mañana les mandaré lo que dije. Por lo pronto les mando un pedazo grande de mi corazón.

jueves, 1 de marzo de 2012

Organización

Queridos: Estoy organizando un libro con los textos que escribí para el blog, entretejidos con los que he publicado en Nexos los pasados tres años.

Gracias por tenerme paciencia y por seguir la tertulia en estos rumbos. Pongo aquí este cariño para que la conversación vuelva a organizarse y les recuerdo que el texto de Nexos está ya en la red. (http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2102586)

Mil besos.

sábado, 4 de febrero de 2012

Quererse así

Este puerto naranja que ha construído Leti, alberga por ahora nuestra conversación.

He ido leyendo en qué andan ustedes y de qué modo se han acompañado la pena.Yo fui al mar y ahí la puse,  vi las estrellas, y ahí la puse, anduve con las olas y, mientras corría una fiesta a mi alrededor, me dejé llorar. ¿Cómo puede uno quererse así? Cuando no ha pasado ni una tarde cierta bajo un árbol de La Mancha y al mismo tiempo ha estado ahí, buscando al mismo perro que se le perdió a Paco. "Mis amigos no se mueren, se van a Nueva York" dijo una vez el Gabo. Eso hemos de hacer con Paco, pensarlo en Nueva York y en Washington, aquí en México y en mitad de un viñedo. Otras veces en Montevideo y en Buenos Aires. Andando como andamos todos, con nuestros mundos al revés y al derecho. Cerca. En lo mismo.

Estén bien. Prometo venir pronto con una historia que los divierta.

Y gracias.

martes, 24 de enero de 2012

A la sombra de Paco

Hola queridos: Me econtré esto que escribió Paco sobre su campo en La Mancha. Lo traigo a dejar aquí, porque les gustará.

“Hay que estar muy a la sombra en estas tardes de agosto, por los caminos de la Mancha. No tiene el horizonte siluetas de Don Quijote y Sancho. En la llanura las aspas de los molinos están durmiendo. El cielo azul sostiene en el aire puntitos de alcotanes. En la torre de la iglesia hay dos cigüeñas que ni se mueven. Detrás de las lindes, donde empiezan los chaparros, cantan las chicharras. Los olivos mecen sus ramas apenas como si no existieran los siglos. Una urraca se tira sobre la sombra de una encina. A lo lejos, sobre el verdor de las viñas, vuelan bandadas de pájaros, como peces, persiguiendo ráfagas del sol. Los ojos se embelesan del paisaje y se van deteniendo sin concierto en la sinfonía de la tarde. Lento va el pensar sin ganas de pensarse. Silencio. El campo tiene abiertas las puertas.

A mi perro Moro lo mató en abril un tractor. Y me lo dicen ahora cuando al entrar a la finca casi se me rompe el cuello por buscarlo. Sabía que llegaba cuando yo cruzaba Puerto Lapice. Me olía a veinte kilómetros. La sombra de la higuera y yo nos vamos a quedar muy solos.
Que gilipollez, dice mi hermano, llorar por un perro. (…)

Hilario dice que hogaño será excelente la cosecha, que las cepas han sufrido la locura de los climas, y cuando ocurre, los caldos salen más prietos, son como las personas, dice, son muchos mejores si conocen sufrimientos. Mi sobrino que es un sol que no se pone ni en las noches, me tenía un Morito (así se va a llamar) para quitar con esta mora la pena de la otra. Dice mi cuñada Carmela –a la que quiero más que a mi hermano (y no por lo del Moro)- que en dos días se me oscureció el pelo. Y es que no hay nada como dormir en la habitación de tu infancia.”

Aquí están, aquí estoy

Aquí están. ¡Qué alegría! Aquí está el juego, el desorden, la generosidad, la esperanza. Aquí ustedes con sus ojos grandes y su empeño. Aquí la certidumbre de que vale la pena y el gozo esto de escribir porque sí, para contar, para quererse. No crean, he andado triste, desasida. Sin el deber de venir a ver en qué andan, sin el deber de recuperar en qué ando para decirles de que está el hecho el mundo que veo. No he podido ponerme a pensar en el libro. Ya está, me dirán, ha de venir. Hoy en la mañana me senté a esperarlo, a darle vuelta a los deseos, a imaginar, a preguntarme qué será mejor. ¿La historia de mis padres como un testimonio? ¿Cómo algo visto desde la memoria de su hija, desde el caos raro en que vienen los recuerdos? ¿O una historia imaginaria, en la que entren, como girones que sólo yo sabría que lo son, las historias que sucedieron en realidad? No sé. Ni siquiera sé si vale la pena preguntármelo. Preguntárselos. Lo que sí es cierto es que debo darme el tiempo para hurgar en ese deber. Yo no tengo que escribir un libro, no pasa nada, ni el mundo se lastima o se merma si yo no cuento lo que se me ocurra, pero algo de mí se debe a la promesa de indagarlo. El blog me daba el pretexto para no hacerlo. Para la urgencia de contar, con cierto sistema, porque estábamos parados en la vía pública, me servía estar en el mar abierto del El País. Encontrármelos y vestirme para salir a su encuentro, era un quehacer parecido al trabajo. Aquí vengo, como ahora ven, más cerca de la pijama, más dispuesta a dejarme caer que a levantarlos, más puesta en el sustantivo que en los adjetivos. Y esto será otra fiesta, sin duda, menos formal y , por lo mismo, menos esforzada. A eso le temo. También podría contarles a los maridos de Julia Corzas, podría recuperar lo que imagino que fueron. ¿Qué haré? He de seguir pensándolo. Por lo pronto, les dejo ahora mi devoción y mi agradecimiento. Volveré mañana o pasado a ver con qué historia, con qué atisbo de cielo, con que imaginería. Punto y aparte: Oigo subir los pasos de Héctor. Quiere ganarme la tele. Está prendido a la temporada cuatro de la serie "The Wire". En cambio yo, ayer me quedé asida a "Bordwalk Empire". Gran serie dirigida por Scorsese. Con su mirada humeante, con su valor. Me sucede que cuando el horror cuenta el pasado me da menos miedo. Ver la droga y la muerte en estos años, que es lo que pasa "The Wire", es más intolerable que verla en los veintes, que es lo que pasa en la serie de Scorsese. Un beso.